Por Ulises Barrera – Productor Musical
Criadores de pescados despertaron horrorizados una mañana al descubrir que cientos de sus animales habían cometido “suicidio colectivo” y los que habían sobrevivido mostraban un comportamiento errático, “loco” y muy agresivo, se les veía en estado de máxima alerta como si un depredador estuviera acechándoles. Los criadores desconcertados se perturbaron aun mas al descubrir que los pescados que habían muerto se habían roto la espina dorsal al estrellarse incesantemente contra las paredes del tanque, era una escena horripilante que llego incluso a los periódicos locales.
Obviamente esto inquietó de sobremanera a los cuidadores ya que ni la temperatura del agua, ni la alimentación, ni la inclusión de los medicamentos en el agua habían salido de la rutina habitual, la situación se estaba tornando a ser un lúgubre misterio. La primera especulación fue que los pescados habían sido atacados por un parásito que invadió sus sistemas nerviosos y los había vuelto esquizofrénicos ocasionándoles alucinaciones orillándolos a un frenesí que los llevo a la muerte pero esto fue descartado después de análisis clínicos y los reportes de contaminación del agua. Las perdidas ascendían a miles de dólares y los cuidadores no encontraban razón aparente hasta que se descubrió el único cambio que se había hecho en el criadero pero que a primera vista parecía irrelevante. A unos 40 metros del estanque habían instalado una nueva máquina que bombeaba agua a un estanque diferente, esta máquina al estar empotrada al suelo producía una vibración infra sónica que al parecer volvía locos a los pescados, los ponía en un estado de estrés y de manía psicótica, de inmediato la bomba se desconecto y los pescados “mágicamente” volvieron a su estado normal, incluso parecía como si hubieran despertado de un sueño, una pesadilla.
Parecía imposible que la vibración que ocasionaba la bomba pudiera tener efectos tan profundos en estos seres vivos y se llevo al experimento más a fondo. Después de algunas pruebas de laboratorio se descubrió algo sorprendente, era evidente que los pescados eran sensibles a ciertas vibraciones para alterar su estado anímico pudiendo incluso llevarlos a estados de extrema pasividad o de desenfrenada desesperación, pero más allá de este descubrimiento que asombro a los científicos hubo uno que intrigó todavía más a quienes llevaban a cabo los experimentos, ¡no todos los pescados eran susceptibles a esa vibración!, solo algunos con ciertas características que parecían de orden genético indescifrables a simple vista que eran los que mas propensos estaban a perder el control y dejarse llevar por el estímulo de las vibraciones; ¡fascinante!. Pero la cosa no terminaba ahí, lo más extraño y misterioso del asunto es que estos individuos experimentaban un efecto que los científicos llamaron “efecto imán” y que estos “vibraban” y se comportaban de una manera que contagiaba a los demás ocasionando que su estado se esparciera como si fuera una enfermedad, algo colectivo, como si alguien gritara fuego y todos entraran en pánico sin razón.
Estamos conscientes de que la música no es más que en su ínfima parte vibraciones sincronizadas en armonía que mediante criterio estético le llamamos arte, si observamos las características del “efecto imán” y las comparamos con la producción de música en el estudio, en vivo y en las salas de ensayo podremos desentrañar misterios naturales de gran importancia para esclarecer los secretos de la producción de música y la comunicación entre el músico y el público.
Es cierto que los pescados necesitan de vibraciones externas para caer en estados anímicos incontrolables pero, ¿será cierto que los humanos podamos vibrar de determinada manera para trasmitir esas emociones a nuestros instrumentos musicales y a nuestras intensiones en la composición de la música? La respuesta es sí, un ser humano tiene la capacidad de “vibrar” de determinada manera, proyectar esas vibraciones no solo a los objetos que utiliza, hablando por ejemplo de una guitarra, una pluma, una espada, sino también a las personas que lo rodean ocasionando el mismo efecto en cadena que observamos en el ejemplo de los pescados suicidas. Hay personas que cambian el ambiente de una habitación con sus vibraciones tan solo con estar presentes, traen paz, tranquilidad, ansiedad, temor, odio o desesperación. De alguna forma estas vibraciones también pueden ser percibidas incluso tiempo después si en una habitación ocurrió algo trágico como un asesinato o un suicidio, quizá no podamos saber exactamente que pasó pero sabemos que algo no esta bien en cierto lugar, no nos sentimos cómodos hay algo que nos inquieta. Otro ejemplo podemos citarlo en la literatura, podemos “sentir” el rencor y el odio en una historia aun siendo una novela imaginaria, la emoción, el amor, el descontento están latentes en la forma en que ordena las palabras, el peso de sus descripciones esa vibración esta impregnada en la obra sin duda, es por ello quizá que solo algunas obras románticas sean consumadas como grandes obras literarias y otras carentes de suficiente peso para considerarlas trascendentes aun cuando el tema del amor sea tan común en nuestra naturaleza humana y uno de los más usados por el fuerte impacto que tiene en nuestras vidas. Lo mismo ocurre en la música pero ¿de dónde viene esa vibración, es posible moldearla, activarla a desdén, es posible incluso inventarla? Durante mi estadía en Corea del Sur descubrí el budismo y algo que me intrigó de sobre manera fue algo que dijo el Dalai Lama en una entrevista para la televisión: “El occidente esta muy avanzado en la separación de átomo pero en oriente estamos mas avanzados en la separación de la conciencia y las emociones” ¡Clave, la conciencia y las emociones, de ahí se obtienen las vibraciones!. Mi primer profesor de budismo que me enseñó a meditar era un estadounidense sonriente que desde que lo conocí en el templo sentí una combinación de respeto, confianza y una sensación de alegría, su nombre era Justin. Justin me pregunto en nuestra primera entrevista: “¿Qué es lo que buscas en la meditación?” y yo conteste dando una respuesta que salía de mi curioso corazón “Busco la verdad” lo cual hizo mella en su atención, me sonrió y nos convertimos en amigos aunque sin perder el respeto mutuo de alumno y maestro. Lo primero que me di cuenta es que al cerrar los ojos al meditar una cascada de emociones e imágenes horribles invadían mi conciencia, temor, ansiedad, aburrimiento, paranoia, preocupación, dolor, la sensación de estar perdiendo el tiempo o haciendo el ridículo, y poco a poco como si fueran bebes que estuvieran llorando desconsolados los fui atendiendo uno a uno mientras meditaba, le preguntaba a ese bebé que lloraba de tristeza, ¿Qué tienes, por qué lloras, que puedo hacer por ti? y de inmediato el bebé dejaba de llorar y prestaba atención a todo lo que tenia que decir, al bebé que se veía iracundo o con miedo hacia la misma pregunta y ambos se tranquilizaban, caían en un dulce sueño y yo me sentía mas tranquilo, en silencio, en calma, ¡de repente el miedo volvía a despertar y lloraba con todas sus fuerzas! y yo sin angustiarme separando mi conciencia de mi emoción me acercaba a él, lo tomaba en mis brazos y lo escuchaba poniendo atención a su inquietud, después invariablemente se tranquilizaba y caía en un dulce sueño que devolvía la calma a mi persona.
Descubrí la felicidad interior, no la que compra el dinero ni la que necesita de estímulos externos y desde entonces puedo decir honestamente que soy mas feliz e incluso en paz conmigo mismo. ¡Separé mi conciencia de mis emociones! fue un grato logro que le debo al budismo, sentí y siento una paz y una alegría enorme por todas las cosas y de alguna forma evado siempre la catástrofe, las personas que se me acercan siempre son cordiales y las ásperas siempre se alejan rápidamente de mi vida sin que haya conflicto, nuestras vibraciones no empatan y se sienten huraños en su propio comportamiento ya que yo no caigo en sus juegos y no cuido a sus bebes. Confieso con orgullo que al ir al templo de Buda en Corea moje los escalones que llevaban al altar con lagrimas de felicidad y agradecimiento al inclinar mi cabeza y casi tocar con mi frente el suelo.
Vamos a decir que estos “bebés” que lloran en nuestro interior hacen ruido en nuestra conciencia y al no separarlos de ella, (ya que muchas personas piensan que sus emociones no pueden ser separadas de su conciencia, “así soy yo y no hay forma de cambiarme” piensan), los “chillidos” hacen una serie de ruidos vibratorios que en disonancia alteran el comportamiento del individuo y por consiguiente lo que trasmiten no es claro ni agradable, simplemente es ruido y por lo tanto su vibración es desordenada y confusa.
“De él nace una vibración tan grande y tan emocionante, tan sincera y profunda que, cuando esta en el escenario tocando su piano o en el estudio cantando sus canciones es imposible evitar acongojarse, alegrarse, estremecerse, empatizar, es real, es íntimo, es maduro, es claro y es bueno”. Si el ejemplo de los pescados es real y estas vibraciones se trasmiten a otros seres vivos hemos desentrañado quizá un misterio de por qué una sola persona es capaz de mover a millones de corazones con su voz, su música y su persona. Las vibraciones que vienen de las emociones son contagiosas y solo basta un individuo que lo perciba para que los que están alrededor inicien una reacción en cadena.
Eso es lo que pasa en un concierto, eso es lo que debería pasar en una banda, en un estudio de grabación, esas vibraciones se sienten cuando se escucha una canción, laten, viven, aun cuando el artista esté muy lejos o haya muerto mucho tiempo antes.
Solo para terminar, no es necesario estar triste para cantar una canción triste, o enojado para cantar una canción de protesta, por consiguiente feliz para una canción alegre, el caso es comunicarnos de manera clara primero con nosotros mismos y así trasmitir un mensaje vibratorio para las demás personas. Sus emociones y su configuración es única, no luche en contra de sus emociones, abrácelas, quiéralas, escúchelas y utilícelas a su
favor, luego, sepárese de ellas si a usted le apetece.